lunes, 3 de diciembre de 2012

La Reina del Carnaval confiscado


La Reina del Carnaval confiscado


Análisis a cargo del mayor estudioso de la obra de García Márquez sobre el carnaval que en 1959 presidió la escritora barranquillera Marvel Luz Moreno. Ofrecemos un fragmento.
El Carnaval de 1959 coincide con los pinitos del poder revolucionario de Fidel Castro. Habida cuenta de la proximidad geográfica, el acontecimiento cubano no era irrelevante para Barranquilla, sin embargo los que festejaban su carnaval no parecen haberse mosqueado por ello. Una fotografía, el 11 de febrero en el diario local La Prensa, muestra a los rebeldes (barba, melena, ametralladoras de juguete) que habían desfilado en uno de los camiones particulares que cerraban el cortejo de la Batalla de Flores –única comparsa alusiva a Cuba– destacada por un solo diario.
El Carnaval de Barranquilla 1959 era antes que nada el primero realizado bajo el Frente Nacional: el liberal Carlos Lleras Camargo había asumido la Presidencia el 7 de agosto de 1958 en el marco del sistema bipartidista, y Colombia parecía entrar en una era de paz: el carnaval podía representar la reconciliación. Preterida por la violencia, la ciudad se holgaba de ser una excepción al plan nacional. Habiendo siempre encausado las festividades y conservado el control de la sociedad local, sus élites no podían dejar de explotar la coyuntura, expandiendo el viejo esquema económico basado en el ‘triple puerto’.
Conforme a su pasado y a su porvenir, el Carnaval de 1959 también ostenta el sello de las circunstancias nacionales. Afianzando las alianzas perdurables, los retoques que la Junta Permanente del Carnaval imprimió a las fiestas tienen evidentemente un sentido.
Otra particularidad de este carnaval: la joven de 19 años que fue su reina, Marvel Luz Moreno Abello, ‘Marvel Luz 1ª’, devino luego la novelista Marvel Moreno. Es nuestro interés por la obra literaria lo que nos incita a observar estas fiestas barranquilleras. La ocasión de apreciar una fiesta reputada considerada popular y folclórica a través de la adolescente elegida por algunos notables, se nos ofrece en el material compilado por Berta Abello, madre de la reina: centenares de fragmentos, minutas, cartas, invitaciones, discursos y el Diario de Marvel, escrito por ella desde el nacimiento de su hija (1939).
Una lectura cautelosa se impone: por un lado, lo que la prensa dice del carnaval trasunta el control oligárquico, y los cinceles de Berta Abello han acentuado a veces el trazo; efectivamente, por demás, ella era un modelo de mentalidad colonial criolla en el corazón de una cultura costeña marcadamente afroamericana. Con frecuencia vista entre las niñas bien asiduas al Country Club, Marvel Moreno no era de familia ni muy rica ni muy mundana, desventaja que su belleza no habría de compensar hasta el punto de ameritar este rango. Pero deseaba ser escritora y, en su edad primaveral, ya se revelaba como una intelectual. A los 17 años había fundado con sus amigas una publicación bimensual femenina, Nosotras, sin haber publicado más que cuatro números cada tres meses. Este año la reina debía no solo saber sonreír y bailar sino también hablar: en el ambiente del Frente Nacional en ciernes, ella estaría al frente de una estrategia ‘nacional’.
Para el plan local, la estrategia no cambiaba, pero 1959 presentaba significativas variantes. El reinado se inscribía en una trama compleja movida por intereses, presiones y expectativas; más compleja aún por el proyecto coyuntural que inspiraba la situación del país.
El Carnaval de los Mercaderes. Barranquilla ha sido vista durante mucho tiempo como una ciudad de tenderos. El carnaval era vitrina, y la reina, soporte publicitario. Los regalos que recibe aparecen a menudo en la prensa, ilustrados con fotografías. El industrial José Lapeira, miembro de la Junta, y un sastre anónimo fueron la excepción: el uno ofrecía pantalones (slacks) salidos de su fábrica, mencionados en el diario de Berta Abello e ignorados por la prensa; el otro tomaba medidas de un vestido de coctel entregado algunos días después sin que la madre revele su nombre o la prensa lo cite. Sin embargo, de los ‘objetos de arte’ ofrecidos desde el 10 de enero por un importador de artículos para el hogar, un juego de maletas obsequiado por un gran almacén (“Gangas de la reina”, escribe Berta Abello), zapatos donados por un zapatero, tienen espacio en la prensa, sin que falten las fotografías.
No hay fiesta costeña sin ron: el 29 de enero, Fábrica de Licores del Atlántico envía a la reina 75 litros “para que aquellos súbditos que alegren la puerta de su residencia con danzas y cumbias sean obsequiados”. Estas contribuciones traslucen la trama de las ataduras del carnaval. Los grupos de danza populares (las cumbiambas) y las danzas folclóricas (las Danzas), debían ser remuneradas cuando rendían homenaje a la reina. La cervecería de un consorcio devenida hoy primer grupo financiero del país, comenzaba a tomar en sus manos las actividades rentables ligadas al carnaval.
El 18 de enero, una agencia de viajes regala el recorrido por el Magdalena, considerado como promoción del potencial turístico del Río. El 5 de febrero, el Yatch Club ofrece otro crucero a Marvel Moreno y a las distintas reinas nacionales y extranjeras, invitadas por la Junta. Es el “carnaval acuático”, innovación tendiente a tornar más prestigiosas las fiestas (se pregunta cómo podían ser observadas por la población y constituir un espectáculo en el futuro, que sobradamente lo es con el paisaje de ciénagas y las aguas turbias del Magdalena) .
Pero las celebraciones de la élite, centradas en la reina del carnaval y que cubrían la primera mitad del calendario y una parte de la segunda, no salían de los clubes, dejando el hotel a los emergentes y a los turistas. La élite no trocaba sus rituales por la buena causa económica. La reina se hallaba atrapada en esta comercialización, que con mucho la sobrepasa (no era consciente de ello en principio y no apreciaba más que lo que la afectaba directamente). Esta evolución no contribuyó a vender mejor el carnaval a los turistas, pero terminó por liberar la fiesta del ánimo de lucro que la corroía.
La élite y los barrios. Ciudad tardía, surgida del comercio y del trabajo, preciada de haberse forjado ella misma, Barranquilla opone este venir a ser bastardo a los pergaminos de Santa Marta y Cartagena. Su élite la quiere ciudad democrática; el carnaval será la demostración. En la entrega de 1959 de su revista Carnaval de Barranquilla, el periodista Simón Martínez Fuenmayor escribía: El Carnaval es una fiesta democrática, es la fiesta de la convivencia y en ella habrá que ver uno de los elementos que con mayor eficacia ha disciplinado a Barranquilla dentro de la norma de fraternización que se distingue a través de las clases sociales. Disfrazado el aristócrata más susceptible de su rango, no es distinto del bracero que tiene encima su vestido de “torito”. Pueden alternar de igual a igual porque las llamadas clases sociales se han desvanecido. Así, en un salón, el señor de la casa puede bailar una cumbia con quien le lava la ropa.
Se vuelve a hallar a menudo este tópico, como en Alfredo De la Espriella, para quien el carnaval “es el evento tradicional de regocijos públicos en el cual participa toda la comunidad sin diferencia de clases, desde hace más de siglo y medio”, y elogia el “buen comportamiento del pueblo barranquillero, digno exponente de sus propias virtudes cívicas”, no sin admitir que, durante la fiesta, el pueblo sabía conservar la distancia respecto de la élite (“La gente del pueblo respetaba su posición” –confirmación de prácticas segregacionistas. Disimuladas o no, el aristócrata de Martínez Fuenmayor bailaba al aire libre (en un salón burrero) con su lavandera, pero esta no tenía cabida en sus clubes.
En la misma entrega, un autor que firmaba “Dr. Argos” decía algo completamente opuesto: “Lástima grande que esta fiesta tradicional, típica y folclórica, con el tiempo vaya perdiendo su encanto por culpa de (...) la oligarquía barranquillera”. Verificaba, probable alusión a las casetas comerciales: “Lo que ayer se hacía a pleno sol o a la luz de la romántica luna, hoy se hace en salones exclusivos, donde el pueblo paga los platos rotos” y deploraba. De hecho, el carnaval sin barreras no existe, es una fiesta con creces confiscada la que se veía en Barranquilla en 1959.
Frente Nacional, carnaval nacional. Calificado como “nacional”, el carnaval 1959 evocaba la denominación del nuevo régimen. En la paz aparente que prometía el pacto bipartita, la fiesta reputada ejemplar justificaba una promoción cuyos resultados interesaban a la burguesía barranquillera. Desde su nombramiento, Marvel Moreno defendía el carácter ejemplar, con mayor franqueza que cualquiera, al responder a la prensa local. Infinitamente más reflexiva y cultivada de lo que podían barruntar los reporteros, declaraba, para su asombro: “lo primordial es la paz de Colombia”, y hablaba del espíritu barranquillero, “aspiraciones ciudadanas que son las de continuar nuestro ambiente de alegría que en el panorama de la patria ciertamente es una propiedad de nuestra amable y acogedora Barranquilla”, “fervoroso deseo porque la ciudad continúe dando el ejemplo cívico y patriótico de su alegría” (EL HERALDO, 10 de enero).
No debió ser fácil para la reina de 19 años desmitificar el rol que le hacía jugar el sistema. El carnaval “nacional” había permitido a Marvel Moreno penetrar oportunamente la élite local. Había comprendido que el carnaval era una fiesta confiscada y desnaturalizada. Habiendo observado el funcionamiento de un poder, negaba la legitimidad de todo poder.
Reina manipulada, adolescente impregnada de ese ambiente portuario donde creció, iría a reivindicar infatigablemente las víctimas de todo poder: si fue embaucada, todos lo fueron. Esas intensas semanas no explican la obra literaria, pero la cristalizan y presentan correspondencias arcanas con el universo de ficción de la escritora. De este universo, como testigo del carnaval 1959, el abigarrado mundo de los barrios emerge asombrosamente puro, inocente. Es esto lo que, año tras año, canta contra lo evidente.
Dedicado a Teresa de Cepeda.
Por Jacques Gilard. Institute Pluridisciplinaire pour les Études sur l'Amérique Latine à Toulousse.
Traducción: Leo Castillo
POST> dogma63@gmail.com